Marcha atrás

No hace ninguna gracia que el FMI (Fondo Monetario Internacional) afirme que, al paso que vamos, las mujeres llegaremos a la igualdad dentro de un siglo en lo que se refiere a participación política, educación o salud y que harán falta dos para la equidad económica.

La entidad supranacional presidida por Cristine Lagarde afirma que en materia económica no sólo no avanzamos, sino que vamos marcha atrás. Un jarro de agua fría para los que propugnaban que la igualdad entre hombres y mujeres era una cuestión de tiempo.

Hace ya un par de años que el FMI elaboró un amplio informe sobre las positivas consecuencias que tendría para la economía mundial que las empresas incorporaran a mujeres en sus órganos de dirección, además de una masiva incorporación de la mujer al mercado laboral.  Decía el FMI que en algunos países, los más subdesarrollados, el PIB podría incrementarse en un 30%. Era el caso de Egipto. Supongo que esa idea floreció con la primavera árabe y se marchitó tan rápido como ella, ya que el gobierno egipcio está más preocupado por hacer regresar a las mujeres a las tareas que les asigna el Islam  que a promover su incorporación a la economía activa.

Lo que llama poderosamente la atención es el efecto que este tipo de informes tiene sobre las propias entidades que los encargan y por tanto financian. Porque, por ejemplo, en el FMI, que es el organizador del Foro Económico de Davos -un encuentro internacional de las potencias económicas del mundo que tiene lugar cada año en esta ciudad suiza- el ratio de participación femenina es de siete hombres por una mujer. En casa de herrero, cuchara de palo.

La Comisión Europea es otra entidad que elabora potentes informes sobre la equidad de género, pero que tampoco se aplica a si misma el correctivo: de los 28 comisarios que dirigen la comisión sólo 9 son comisarias.

Y mientras escribo estas líneas descubro otra información que hace el recuento de las mujeres líderes políticas. En la actualidad 19 países cuentan con una mujer como presidenta o jefa de gobierno. Diez de ellas en Europa, tres en Asia, dos en Oceanía, dos  en Africa y dos en América Latina.

Sin duda el recorrido hacia una igualdad plena no será ni fácil ni constante, pero creo que estamos cometiendo un error al no tener en cuenta la existencia de un freno, muchas veces intencionado, a dar cabida a las mujeres en los órganos de decisión. Está muy bien que todas estas entidades nacionales y supra nacionales, públicas y privadas, elaboren informes y estudios donde pongan de manifiesto las desigualdades y lo mucho que queda por hacer, pero creo que son ellas precisamente las que deberían dar el ejmplo. Existe en la actualidad una resistencia real a que las mujeres accedan a los cargos de máximo poder de decisión. Nadie cree ya que sólo sean unas cuantas como Angela Merkel las mujeres capaces de asumir esas responsabilidades, existen muchas. Y serían más si en lugar de tener que colarse por las rendijas del sistema encontrasen sus puertes abiertas. O al menos entornadas.